Más allá de la polémica por el Doing Business
Claudio Soto economista jefe Banco Santander
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Claudio Soto
Durante los últimos días se instaló una vehemente polémica en torno al Índice Doing Business que elabora anualmente el Banco Mundial desde 2003. Esto, a raíz de las afirmaciones de su economista jefe, Paul Romer, que motivaron que el organismo internacional anunciara la realización de una evaluación externa a la medición de Chile. Mientras se desarrolla, creo que es conveniente aprovechar este episodio para extraer algunas lecciones respecto del uso y difusión de este tipo de indicadores.
En primer lugar, estos índices (tal como muchos otros que se utilizan en economía y ciencias sociales) reflejan de manera imperfecta una realidad. En este caso, el Banco Mundial ha desarrollado una metodología apoyada en estudios académicos y encuestas, que cuenta con una institucionalidad interna que busca darle mayor robustez.
Pero siempre será válido preguntarse si las once áreas cubiertas o los ponderadores asignados a los distintos subíndices son los más adecuados para medir la facilidad para hacer negocios.
Por ejemplo, ¿debe pesar lo mismo el tiempo que demora en registrarse una propiedad con la facilidad de acceso al crédito? ¿Son equivalentes estos factores para el desarrollo de un negocio minero o un emprendimiento comercial? El propio Banco Mundial señala que los casos que considera para construir su índice pretenden ser ilustrativos del ambiente regulatorio para los negocios, pero no son una descripción comprehensiva de éste. Por lo mismo, estas mediciones deben servir de complemento a evaluaciones más amplias.
En segundo lugar, hay que tener cuidado en cómo se “leen” estos indicadores, en particular si se comparan a través del tiempo. Es evidente que cuando hay cambios metodológicos, los valores de los índices en años subsecuentes no necesariamente son informativos de los avances o retrocesos del país en determinadas materias. Discusiones en este ámbito no son nuevas. Hace algún tiempo se modificó la forma de medición de la pobreza en Chile, lo que también dio pie a agudas polémicas. ¿Significa esto que las metodologías deben ser inmutables en el tiempo? Ciertamente no. El mundo cambia y es importante que éstas puedan adaptarse a las nuevas realidades.
Pero si lo que se busca es medir progresión en el tiempo, es básico que exista comparabilidad. Este punto es de particular importancia a la hora de difundir los indicadores. Así, por ejemplo, bajar puestos en un ranking no debiese ser motivo de escándalo si eso se debe a la inclusión de variables que antes no se medían. Pero sí debe ser materia de preocupación quedar muy lejos de los países con las mejores prácticas.
Dicho lo anterior, cabe preguntarse para qué sirven indicadores como el Doing Business. Este índice, en particular, tiene por objeto ilustrar fortalezas y debilidades de la regulación, y de esa manera orientar en la elaboración de políticas públicas.
Así, por ejemplo, Chile aparece muy bien en la medición de facilidad para lidiar con permisos de construcción, pero mal en algunos aspectos relacionados con acceso al crédito, donde dos puntos marcan la debilidad relativa del país.
Uno es la baja cobertura de los organismos que centralizan información crediticia y el otro se relaciona con la fortaleza de derechos legales para algunas transacciones. Respecto del primer punto, avanzar en iniciativas que busquen consolidar datos de deuda –como el proyecto de ley que crea el Sistema de Obligaciones Económicas- destaca como algo de particular relevancia. Para el segundo punto, serviría contar con un marco legal que permita el uso de una serie de bienes muebles o inmuebles como colateral en las transacciones financieras.
Es muy útil tener una guía que oriente a las políticas públicas, para lo cual poder comparar la realidad de Chile con la de los países con las mejores prácticas resulta ilustrativo. Pero no se debe olvidar que los avances en políticas públicas no tienen por fin último escalar en un ranking global, sino generar de verdad progresos en desarrollo y calidad de vida para las personas. Y eso exige un debate técnico y sereno para construir soluciones de consenso. Esta es una importante lección que podemos extraer de este episodio.